Las personas que experimentan ansiedad en un grado muy elevado, lejos de la inquietud o el nerviosismo “normal” que provocan situaciones inevitables de nuestra vida (un examen, un reto importante en el trabajo, una discusión con un compañero del colegio, una presentación en público), sufren mucho. Y eso repercute en aspectos básicos de su vida. Si tal es el caso, hay que poner remedio lo antes posible. Los especialistas en salud mental pueden ayudarte a superarlo.
Los síntomas más comunes relacionados con los trastornos de ansiedad o angustia se dividen en tres categorías. Y suelen estar muy vinculados: la presencia de uno o varios de ellos repercute en el resto y los activa o potencia.
Encontramos, por lo tanto, síntomas fisiológicos (que se aprecian directamente en nuestro cuerpo y en nuestro organismo), cognitivos (relacionados con pensamientos que se repiten de forma, en ocasiones, bastante obsesiva) y relativos a la conducta (formas de reaccionar ante todo ello).
Alguna de la sintomatología más común suele ser:
- Nerviosismo, agitación y tensión. Incapacidad para relajarnos incluso cuando no podemos identificar un factor estresante cerca.
- Sensación de que una catástrofe o un peligro terrible están a punto de suceder.
- Ganas de huir o salir corriendo.
- Taquicardia y aceleración del pulso. Sensación de angustia ante la percepción de que nuestro corazón bombea con más intensidad.
- Dolor en el pecho o en la espalda y sensación de que tenemos algún tipo de problema o cardiopatía.
- Temblores y sensación de inestabilidad.
- Falta de concentración.
- Sensación de pánico ante la posibilidad de tener que hablar en público o, simplemente, exponer nuestro punto de vista a otras personas con las que no tenemos confianza.
- Cefaleas o migrañas tensionales. Dolores de cabeza que, a veces, nos impiden hacer una vida normal y feliz.
- Pensar que, en cualquier momento, algo terrible nos va a suceder: enfermedad, desgracia, catástrofe, etc.
- Ataques de llanto repentinos que pueden prolongarse durante varios minutos o, incluso, horas.
- Respiración acelerada que creemos somos incapaz de manejar. Lo cual puede conllevar hiperventilación y mareos.
- Nauseas e, incluso, vómitos. Problemas gastrointestinales en términos generales (diarrea o estreñimiento de forma muy frecuente). Dolor, sensación punzante o molestias estomacales.
- Sudoración excesiva y sensación de ahogo o incapacidad para respirar con normalidad.
- Sensación de nudo en el estómago y pérdida de apetito.
- Necesidad de engullir alimentos con rapidez y sin disfrute.
- Insomnio o problemas para conciliar el sueño.
- Pesadillas o terrores nocturnos.
- Sentir que no hay escapatoria y derrumbarnos ante esa sensación.
- Ideación suicida.
- Vergüenza enfrente de otros porque pensamos que perciben nuestra ansiedad, la cual consideramos una debilidad.
- Baja autoestima, sentimientos de culpa agobiantes, pesimismo o catastrofismo y sensación asfixiante de pérdida de control.