
08 Mar La salud mental de las mujeres
¿Son las mujeres más propensas que los hombres al padecimiento de ciertas enfermedades mentales? ¿Tienen las mujeres peor salud mental? Estas cuestiones sobrevuelan las mentes de los pacientes y los especialistas constantemente. Puesto que, en efecto, los terapeutas observamos, por norma general, a mayor número de mujeres que de hombres en las consultas.
Numerosos estudios apuntan a que existe una preponderancia en este sentido. Y que un porcentaje significativamente más elevado de mujeres tienen problemas de salud mental. La OMS (Organización Mundial de la Salud) marca este porcentaje en torno al 70% (mientras que lo establece en un 30% para los hombres) en el caso de, por ejemplo, la depresión y la ansiedad.
Una de las grandes cuestiones sobre la que han debatido (y se sigue debatiendo) es si existe una prevalencia genética. A nivel neurocientífico, ¿son las mujeres genéticamente más propensas a la enfermedad mental? Pero esta cuestión ni puede afirmarse rotundamente ni negarse de manera tajante: no tiene una respuesta tan sencilla o rotunda como “sí” o “no”. La respuesta sería algo así como: no necesariamente.
Analizaremos brevemente a continuación si ‘ser mujer’ es un elemento de riesgo para desarrollar ciertos trastornos psicológicos y qué tipo de factores empeoran la salud mental femenina.
En este post trataremos los siguientes temas
Cifras sobre salud mental de mujeres en España
Como mencionábamos al inicio de este artículo, la depresión y la ansiedad (con todas las problemáticas del espectro asociadas, como pueden ser las fobias) son dos de los grandes problemas de salud mental que padecen más mujeres que hombres en todo el mundo.
Los estudios científicos nos aportan cifras bastante contundentes, desde diferentes ángulos. Según las últimas cifras estadísticas (la mayoría son del 2017 y relativas al Instituto Nacional de Estadística), en España existen casi un 23% de mujeres diagnosticadas con algún tipo de enfermedad mental. Mientras que las cifras descienden a un 14,6% en el caso de los hombres españoles. La mayor frecuencia de consumo de psicofármacos en las mujeres españolas también es llamativo. ¿Están las mujeres “hipermedicadas” ya casi por costumbre?
Es evidente, si recurrimos a las estadísticas y a la bibliografía, que las mujeres presentan mayor prevalencia de enfermedades y problemas psíquicos que los hombres, tanto en términos de diagnóstico como en términos de autopercepción (las mujeres tienen una peor autoimagen de sí mismas en general, y respecto a su propia salud mental en particular).
Sin embargo, cuando analizamos la tasa de suicidio en España, la diferencia entre hombres y mujeres da un vuelco espectacular. Siendo los hombres mucho más propensos que las mujeres a quitarse la vida. En el año 2017 se registraron 3.679 muertes por suicidio en España, 2.718 de varones (74%) y 961 de mujeres (26%).
Entonces, ¿podemos afirmar realmente que las mujeres tienen, por el hecho de ser mujeres, peor salud mental o más trastornos mentales que los hombres? Muchos profesionales de la psicología, la psiquiatría y la neurociencia tenemos grandes dudas al respecto…
¿Qué factores ‘empeoran’ la salud mental de las mujeres?
Muchos especialistas, principalmente responsables de realizar estudios o artículos desde una perspectiva feminista o atendiendo a cuestiones de género, ponen en duda concepciones tradicionales que señalaban la preponderancia de la enfermedad mental femenina como si fuera algo puramente genético, casi inamovible, como una suerte de condena.
Por poner solamente un ejemplo, es muy interesante este reciente artículo sobre Gina Rippon: especialista notable en neuroimagen, catedrática honoraria de Neuroimagen Cognitiva en la Universidad de Aston en Birmingham (Reino Unido) y autora del libro El género y nuestros cerebros (Galaxia Gutenberg, 2020).
Ribbon critica la carencia de base científica real en determinados estudios “neurosexistas”; y señala que no podemos afirmar que existe un “cerebro femenino” y un “cerebro masculino”. Poniendo el énfasis en el rol de género, como construcción cultural, el cual termina configurando nuestras acciones, concepciones y lo que transmitimos a las generaciones futuras.
En demasiadas ocasiones observamos una falta de fortalecimiento de la autoestima y de seguridad en las pacientes mujeres. Por no hablar del sentimiento de culpa tan arraigado; el autoconvencimiento de su papel como cuidadoras (cuando no en papeles aún más perniciosos, como el clásico ‘madre abnegada’); o la ansiedad que puede provocar en ellas los mensajes sociales, culturales y/o familiares sumamente contradictorios (junto con la publicidad y otros inputs similares) relativos a la ‘perfección’ en todos los ámbitos de su vida, tanto estéticos como intelectuales y en su carrera profesional…
La cultura del sacrificio, la dependencia y la pasividad son varias de las claves que explican el papel social de las mujeres a lo largo de la historia. ¿No pudiera ser que estos ejes sobre los que históricamente se ha construido la ‘identidad femenina’ fueran una de las principales causas de la frustración, la desorientación, el miedo, la ansiedad y los estados depresivos?
Lógicamente, por otro lado, la violencia de género es otra de las grandes cuestiones que marca los elevados porcentajes de mujeres que desarrollan trastornos y problemas mentales. Ni qué decir tiene que una continuada situación de maltrato y terror mina la salud psicológica hasta extremos de anular al individuo.
Una de las ideas más significativas de una educación en géneros estricta es que, inevitablemente, estamos enseñando a las niñas y a los niños a ser “conceptos” de lo que se espera de ellos: en lugar de reforzar su propia autoestima, su esencia y su individualidad como seres humanos por encima de cualquier estigma de valores culturalmente asumidos por toda la sociedad como “normales” o “deseables” (a la vez que reforzamos otros valores esenciales como la empatía y el respeto a la otredad).
Por último, también es significativo señalar, precisamente dentro de esa lógica de los roles de género como se han concebido hasta la actualidad, la cuestión de cómo hombres y mujeres gestionan sus emociones. Qué tipo de emociones se han asociado a lo “femenino” y cuáles a lo “masculino”. A los hombres, por lo general y como idea preconcebida socialmente, se les asigna un papel mucho menos atento a la expresión de sus emociones. El clásico (y perverso) “los chicos no lloran”. Esto hace que más mujeres que hombres estén abiertas a acudir al psicólogo y/o al psiquiatra para buscarle una solución a sus problemas de salud mental.
En resumidas cuentas, no puede asumirse que las mujeres, por el hecho de serlo, tengan mayor tendencia ‘natural’ o ‘genética’ que los varones a sufrir enfermedades mentales o trastornos psicológicos. La educación y el entorno socio-cultural tienen un papel muy importante en la salud mental de las mujeres; como lo tienen en la salud mental de cualquier otro individuo.
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