Depresión posparto: causas, síntomas y la importancia de pedir ayuda

Depresión posparto: causas, síntomas y la importancia de pedir ayuda

19 Jul Depresión posparto: causas, síntomas y la importancia de pedir ayuda

La Organización Mundial de la Salud estima que, en los países desarrollados, casi el 20% de las madres experimentan depresión posparto u otro tipo de trastornos mentales relacionados. Y que más de un 15% sufre episodios de depresión durante el propio embarazo.

La estigmatización social, enfrentarnos a una dura realidad que teníamos idealizada, la incongruencia entre las expectativas frente a la verdadera naturaleza de nuestra nueva situación como madres, la ausencia de un apoyo real en las familias y las parejas…

Estos son algunos de los elementos que disparan o empeoran este trastorno. El cual puede ser tan grave como para terminar derivando en riesgo de suicidio para la madre o llegar a comprometer la propia integridad física del bebé o su desarrollo adecuado.

¿Cuáles son los factores que pueden desencadenar una depresión posparto? ¿Existen mujeres que tienen mayor predisposición a padecerla? ¿Qué podemos hacer para evitar que la situación se agrave? ¿Cómo debemos proceder si detectamos que nosotras mismas sufrimos este problema o que alguien cercano puede encontrarse en esta situación?

¿Qué es la depresión posparto? ¿Cuáles son sus síntomas?

La depresión posparto suele acompañarse de un cuadro relacionado con los siguientes síntomas. Muchos de los cuales se presentan a la vez. Pero tanto pueden llegar a manifestarse varios de forma simultánea como solamente alguno de ellos de forma más intensa. Por ello, no debemos bajar la guardia ante la presencia, relativamente intensa, de:

  • Fuertes cambios de humor.
  • Tristeza profunda prolongada.
  • Crisis de llanto.
  • Ansiedad.
  • Estados ansiosos constantes que pueden derivar, o no, en crisis de pánico.
  • Desafección o sentimientos negativos de la madre respecto al bebé.
  • Episodios de insomnio intensos; que resultan más preocupantes que la ausencia de sueño normal tras un parto y frente a los cuidados de un recién nacido.
  • Ausencia de apetito o atracones compulsivos: trastornos de la alimentación.
  • Fuertes migrañas, dolores de cabeza, nauseas y/o malestar general frecuente y acentuado en contacto con el recién nacido.
  • Rechazo a estar a solas en contacto con el bebé.
  • Preocupación excesiva y miedo por la salud del niño, la cual puede derivar en auténtico pánico y rechazo a sacarlo a la calle o a separarse de él en algún momento.
  • Cansancio extremo y fuerte sensación de fatiga, abulia y apatía.
  • No ser capaz de experimentar disfrute o satisfacción con la presencia del recién nacido. Sentir que no existe un vínculo entre la madre y su hijo y que cualquier gesto, acto o medida que ella tome no representa algo positivo para su hijo. Es resumidas cuentas: sentir que no es una “buena madre”.
  • Problemas vinculados a la lactancia: lo cual puede derivar en un asfixiante círculo vicioso. ¿La incapacidad o las dificultades para dar de mamar a nuestro hijo nos han sumido en un estado depresivo? ¿O ha sido ese estado depresivo el que nos conduce a que la lactancia no pueda desarrollarse con normalidad?
  • Aislamiento, sentimiento de culpa y vergüenza; evitación del contacto con otras madres o familiares por miedo a ser juzgadas.
  • Desesperación e ideación suicida. Miedo a dañarse ellas mismas o a infligir daños en el bebé.

Es muy importante tener en cuenta que la depresión posparto no solo aparece bajo la influencia de factores genéticos, cambios hormonales o alteraciones vinculadas con la oxitocina (neurotransmisores que afectan al estrés y al desarrollo de vínculos afectivos y que tienen un gran papel en nuestro bienestar).

Los factores socioculturales son sumamente significativos. De hecho, su incidencia puede ser más que determinante. En este sentido, es muy importante que como sociedad reflexionemos en relación con las responsabilidades que recaen sobre las mujeres durante su maternidad; el tipo de apoyo que se les presta desde el plano de la seguridad económica y laboral; la atención que reciben antes del parto, en el propio parto y en el inmediato posparto… etc.

No solamente existe un recién nacido. Existe una mujer que acaba de convertirse en madre, con todo lo que eso implica.

La depresión posparto tampoco tiene por qué manifestarse enseguida. De hecho, este trastorno puede desarrollarse en los primeros doce meses después del parto.

“¿Soy una mala madre?”

La presión que experimentan las mujeres ante la perspectiva de lo que la maternidad debe representar en sus vidas es un factor sumamente estresante y desestabilizador. En numerosas ocasiones la maternidad se concibe como un estado de paz y amor incondicional, durante el cual la madre se desvive por el cuidado del recién nacido. Y donde cualquier otro tipo de pensamiento desviado de esa imagen significa que la mujer está siendo sumamente egoísta.

El peligroso mito de “una madre puede con todo” contribuye a que deje de prestarse atención al cuidado físico y psicológico de las mujeres que han tenido un hijo. Centrándose todos los focos en las necesidades del bebé. Olvidándonos de las posibles vulnerabilidades que pueden afectar a la madre.

La familia y los amigos pueden, al contrario de lo que podemos llegar a pensar en un primer momento y a pesar de que sus intenciones sean sumamente nobles, generar gran malestar en una mujer que acaba de ser madre. Las opiniones sobre cómo debería o no sentirse o de qué forma debería cuidar mejor a su pequeño pueden dañar gravemente la autoestima y la seguridad de una madre.

Por otro lado, las propias expectativas de una mujer sobre la idealización de la maternidad ajena a los posibles (y dolorosos) problemas de un parto complicado; una lactancia más compleja de lo que una podría imaginarse; un bebé que no cumple con las ideas preconcebidas sobre lo “angelical” que debería ser; una pareja que no se encuentra a la altura de las circunstancias o que se percibe como más ausente… Todo ello es un cóctel alimentado, en muchas ocasiones, por la ficción de las películas, las series, las revistas o la publicidad.

Por ello es muy importante desmitificar todas las ideas que teníamos previamente sobre lo que supuestamente significa ser una “buena” o una “mala” madre. El vínculo que una mujer establece con su hijo no debería estar sometido constantemente a tela de juicio; ni por ella misma ni por su entorno. Asimismo, la familia y los amigos deben estar para apoyar, sin atosigar.

Desde tiempos inmemoriales las mujeres han criado a sus hijos en comunidad con otras mujeres. Por ello, la soledad y el sentimiento de abandono o desarraigo; el hecho de no contar con referentes que puedan servirnos de apoyo material y psicológico, es muy perjudicial: para cualquier madre, tenga o no depresión posparto.

Pedir ayuda: la asistencia terapéutica profesional en la depresión posparto

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Y recuerda: el silencio y la soledad son nuestros peores enemigos en términos de salud mental. ¡No dudes en contactarnos!

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